lunes, 27 de julio de 2009

Las dos sortijas

Este es un cuento que leí hace tiempo, y que en los últimos meses se ha convertido en una especie de Mantra para mi, pues describe muy bien la impermanencia y el desapego que hay que trabajar para lograr alcanzar la felicidad absoluta.

Dice así:

Un acaudalado hombre de negocios murió dejando una considerable fortuna. Sus dos hijos se la repartieron por igual. Pero después de un tiempo se halló un paquetito que había sido celosamente guardado por el difunto. Cuando abrieron el paquete, encontraron dos sortijas. Una de ellas lucía un valioso diamante, en tanto que la otra era simplemente de plata. El hermano mayor, nada más ver las dos sortijas, comenzó a argumentar que probablemente pertenecían a los antepasados y por eso el padre las guardaba celosamente, no formando parte de la herencia paterna. "Como soy el primogénito - declaró lleno de avaricia -, me corresponde en justicia la sortija del diamante". "De acuerdo - repuso satisfecho el hermano menor -. Sé tú muy feliz con la sortija del diamante, que yo lo seré con la de plata".

Cada hermano se colocó en el dedo la sortija correspondiente y cada uno de ellos emprendió su vida por separado. Unos días después, el hermano menor, preguntándose por qué su padre guardaría tan celosamente una sortija sin valor, comenzó a examinarla con detenimiento y, al hacerlo, en su interior, pudo leer:

"ESTO TAMBIÉN CAMBIARÁ"

"Bueno - se dijo -, éste debía ser el mantra de mi padre". Transcurrió el tiempo. La via siguió su curso para ambos hermanos, con sus inevitables fluctuaciones. Vinieron los buenos y los malos momentos; las favorables y desfavorables situaciones; el placer y el dolor. Los cambios de la vida comenzaron a desequilibrar al hermano mayor, que se exaltaba facilmente cuando las circunstancias eran favorables y se deprimía cuando eran adversas. Todo le causaba desequilibrio, de tal modo que tuvo que comenzar a tomar somníferos, a visitar psiquiátras, a someterse a las más variadas terapias y a soportar la insania de la mente. ¿De qué le servía la valiosa sortija de diamantes?

El tiempo huye. Discurría como un río serpenteante la vida del hermano pequeño. También había momentos buenos y malos; alegrías y sufrimiento; situaciones plácidas y dolorosas. Pero siempre tenía presente la inscripción de la sortija de plata: "ESTO TAMBIÉN CAMBIARÁ". De ese modo mantenía una actitud ecuánime y equilibrada, el ánimo placentero y no tenía aversión a lo desagradable. "ESTO TAMBIÉN CAMBIARÁ". No se exaltaba y no se deprimía. Estaba siempre en paz consigo mismo, pacífico y contento, fluyendo en armonía.

Creo que este cuento es muy ilustrativo. A mi me ayuda bastante en mi día a día.

"ESTO TAMBIÉN CAMBIARÁ"

ANTOLOGÍA DE CUENTOS DE LA INDIA Y EL TIBET
Recopilación de Ramiro Calle

viernes, 17 de julio de 2009

¿Quién fue Ananda?

Ananda (del sánscrito आनन्द, ānanda, ‘alegría, felicidad suprema’) fue primo hermano de Buda Śākyamuni (el Buda histórico) y uno de sus principales discípulos.

Nació en la región de Kapila Vastu, en la tribu de los Śākia y dentro de la casta de los kṣatriya; su madre fue Mriguí y su padre, según diferentes versiones, fue Amitodana o Sukkhodana (en todo caso, ambos fueron hermanos de Suddhodana, el padre de Buda).

Se unió a la sangha, junto con su hermano Anuruddha y otros nobles shakias, cuando contaba con 37 años, durante el segundo año de predicación de Buda, quien posteriormente lo seleccionó personalmente de entre su séquito para que fuera su asistente personal.

Ananda estuvo de acuerdo en servir a su maestro, sin embargo, queriendo evitar que surgiera envidia en los demás discípulos y orgullo en él a causa de su cargo, pidió que se cumplieran ciertas condiciones: no gozaría de privilegios tales como regalos, comida, ropa o alojamiento especial; tampoco acompañaría a Buda a las invitaciones personales con que algunas personas lo agasajaban; por otro lado, pensando en que sus ocupaciones no le apartaran del sendero espiritual, solicitó a Buda tener la posibilidad de consultarle en cualquier momento sobre las dudas de dharma (deber religioso) que pudieran surgirle así como poder volver a escuchar las enseñanzas que su maestro hubiera impartido estando él ausente; finalmente pidió ser él personalmente quien presentase ante su maestro a las personas de fuera que acudiesen a verle. Buda aceptó sus condiciones y así fue como Ananda permaneció junto a él hasta el momento de su muerte, sirviéndole con gran dedicación durante veinticinco años, según consta en el Canon Pali. Si embargo, fue mucho más que un sirviente y su relación con Buda llegó a ser la de una estrecha amistad.

Ananda era tenido en alta consideración por el resto de los monjes, quienes a menudo, luego de que Buda hubiese impartido una enseñanza, acudían a él en busca de exposiciones detalladas gracias a su reputación de poder exponer el Dharma con claridad; incluso, llegó a reemplazar a su maestro en ciertas ocasiones, recibiendo después palabras de admiración y regocijo por parte del mismo Buda. Según el Anguttara-nikaya (3.78), tras una exposición de Ananda, luego de que éste se hubiera retirado de la reunión, Buda dijo ante los monjes: “Ananda todavía está en el sendero del adiestramiento. Sin embargo, es difícil hallar a alguien que lo iguale en sabiduría”.

Está escrito que, gracias a la intervención de Ananda, las mujeres pudieron ingresar en la orden budista; se dice que Mahāprajāpatī Gautami, tía y madre adoptiva de Buda, habiendo tomado la decisión de abandonar la vida mundana después de la muerte de su marido y liderando a muchas otras esposas śākia, solicitó al maestro que les permitiera ordenarse, a lo cual éste se negó hasta en tres ocasiones.

En una demostración de férrea voluntad, las mujeres siguieron a Buda a pie desde Kapilavastu hasta Vesāli, presentándose de nuevo ante él con el cuerpo cubierto de polvo y los pies hinchados reiterando su deseo de pertenecer a la Sangha; Ananda, conmovido, decidió interceder por ellas y planteó él mismo la petición a Buda, recibiendo también la negativa del maestro; sin desanimarse, Ananda insistió preguntándole si las mujeres que decidieran abandonar la vida mundana y vivieran según los preceptos monásticos podrían alcanzar logros espirituales y, finalmente, el estado de Arhat, a lo cual respondió afirmativamente; posteriormente, resaltó el hecho que Mahāprajāpatī había cuidado de él cuando era un niño, después de la muerte de su madre Mahamaya, argumento que terminó por convencer a Buda quien desde ese momento aceptó la conformación de una orden femenina.

Cuando Ananda vio que estaba cerca el paranirvāṇa de Buda, expresó su abatimiento por no haber alcanzado aún el estado de Arhat a pesar de haber estado tan cerca de su maestro, ante lo cual recibió las palabras de consuelo de éste, quien le indicó que había ganado mucha sabiduría y mérito en el transcurso de los veinticinco años que había pasado a su servicio, instándole a que se esforzase un poco más pues recibiría su recompensa en poco tiempo.

Debido a su extraordinaria memoria, reconocida por el resto de la comunidad budista, Ananda habría de jugar un papel muy importante en el Primer Concilio Budista, convocado por Mahākāśyapa en Rājagṛha después de la muerte de Buda con el propósito de recopilar y organizar su doctrina. Según se dice, Anuruddha propuso que, aunque la presencia de Ananda fuera indispensable, no se le permitiera asistir a no ser que alcanzara la liberación; así fue como Ananda decidió entrar en retiro y aplicarse con todas sus fuerzas en alcanzar tal objetivo; la madrugada del día del Concilio, ante el hecho de que aún no había alcanzado lo que se proponía, decidió irse a dormir, alcanzando el estado de Arhat en ese momento.

Fue así que Ananda se presentó al Concilio y, gracias a sus recuerdos, se confeccionó el Sutra Pitaka (lit.: ‘cesta de los discursos’), la segunda de las tres partes que componen el denominado Tripiṭaka o Canon Pali, que son las escrituras budistas oficiales. En estas escrituras, en los cuatro primeros Nikayas, se puede leer frecuentemente la frase: "Así oí yo decir" antes de las palabras de Buda; ese "yo" se supone que es pronunciado por Ananda quien se convertiría en el segundo sucesor de Buda, después de Mahākāśyapa.

El Canon Pali no menciona la muerte de Ananda, sin embargo, el célebre monje budista chino Fa Hsien, recogió en su peregrinación a la India una antigua tradición según la cual, cuando Ananda rondaba los 120 años, presintiendo su muerte, nombró como su sucesor a Śānavāsika y decidió realizar un viaje de Rājagṛha a Vesāli; una vez llegado allí, decidió alojarse en una isla en medio del Ganges. Tan pronto los príncipes y habitantes de Vesāli se percataron de la presencia de Ananda, acudieron a verle desde una de las riberas del río; en la otra ribera, se presentaron el rey Ajātashatru (rey de Magadha) y su séquito, que habían ido tras Ananda desde Rājagṛha. Unos y otros, le pedían a Ananda que fuera hacia su lado del río para morir y él, demostrando su gentileza y compasión, para evitar cualquier clase de disputa entre los dos bandos a causa suya, usó sus poderes psíquicos elevándose por los aires y haciendo que su cuerpo fuera consumido por el fuego para, finalmente, dejar que sus cenizas se dividieran cayendo a ambos lados del río.

Fuente: Wikipedia

sábado, 11 de julio de 2009

Carta de Patrul Rinpoche

Carta de Patrul Rinpoche,
con buenos consejos para sí mismo


Shri hijo mío,
Debes llevar esto en tu mente:

Hay tres cosas que no deberían de olvidarse:
El Guru lleno de gracia,
El Buda iluminado
Memoria y conciencia.

Hay tres cosas que deberían recordarse:
El preceptor que te ordena,
Las enseñanzas que revelan el sendero,
Y la disciplina.

Hay tres cosas que debes tener:
Una mente que permanezca donde esta el cuerpo,
Un cuerpo que permanezca en el lugar adecuado,
Una mente que more en un estado de relajación.

Hay tres cosas que es mejor olvidar:
La cólera contra los enemigos,
El apego a los seres amados,
El sueño perezoso.

Hay tres cosas que es mejor restringir:
La lengua en público,
La mano en privado,
Los pensamientos siempre.

Hay tres cosas sobre las que uno debería de guardar silencio:
Las propias virtudes,
Las faltas de otros,
Nuestras intenciones para el futuro.

Hay tres cosas de las que uno no debe dar muestras:
El impulso a renunciar a los apegos mundanos,
La cebada trampa de la propia hipocresía,
La insistencia en exhibir el propio fervor religioso.

Hay tres cosas en las que uno debería de ser flexible:
Hablando con un amigo,
Llevando las vestimentas propias del país,
Dirigiendo la mente hacia el Dharma.

Hay tres cosas que no deberían de escucharse:
Palabras aduladoras,
Charlas de última locura,
Consejo de un necio.

Hay tres cosas que uno no debería ambicionar:
La fortuna de un hombre rico,
Una posición de categoría,
Vestidos superfluos.

Hay tres cosas de las que uno no debería hablar mal:
De una persona respetada,
De la mercancía de otro,
De un buen amigo.

Hay tres cosas que uno no debe ensalzar:
A un hombre que es vilipendiado por otros,
A un loco presuntuoso,
A tu propio hijo ante los demás.

Hay tres cosas que uno no debería ni ensalzar ni criticar:
A los familiares,
A un hombre del que nada sabes,
En realidad, a nadie.

Hay tres lugares a los que no deberíamos ir:
Entre gente hostil,
A una aglomeración multitudinaria,
A un lugar donde se juega.

Hay tres cosas de las que no se debería hablar:
Del Dharma a quienes no quieren oírlo,
De asuntos privados con extraños,
De fantasías sin sentido.

Hay tres cosas que no deberían hacerse:
Comportarse temperamentalmente con un amigo,
Hablar inconsecuentemente,
Actuar con dos caras.

Hay tres cosas de las que uno debería refrenarse:
Presumir de la propia importancia,
Señalar repentinamente las faltas de los demás,
Menospreciar a los demás.

Hay tres cosas que uno no debería ofrecer:
Devoción a un charlatán,
Regalos a aquellos de más alto rango,
Los más infinitos pensamientos a cualquiera.

Hay tres cosas en las que uno no debería dejar la mente:
El cuerpo de hermosas muchachas,
La conducta de un amigo,
Las propias virtudes.

Hay muchas otras cosas que deberías recordar, pero lo esencial es observarte a ti mismo en todo momento. No lo olvides, tanto la práctica mundana como espiritual están aquí contenidas. Estas pocas palabras están llenas de profundo significado, no las ignores.

A mi querido hijo, Shri,
De Naljorpa Trime-Lodro.